26.4.07

El poder de su voz venía del convencimiento de que él era Él, y así llegó hasta tu sello de piedra para ordenar que tus carnes entraran nuevamente en el tiempo. Y ahora limpia el atroz perfume de la muerte en agua clara y fresca: lava tus largas vendas en la corriente del río como los pobres desaguan los interminables intestinos de ganado que guisan y comen, y luego enróllalas y guárdalas. Sé, pues, precavido porque nadie sabe hasta cuándo durará el terrible milagro. Él dijo que te levantaras y no dijo más, ninguna promesa. Tal vez solo tienes apurados días para contemplar con tus ojos de carne rediviva a tus hermanas comiendo pan y mollejas. Debo decirte, Lázaro, que aquí en Betania ya no tenemos noticias del Milagroso. Sin profetas nos sentimos muy solos. Cuando retornes a tu sepulcro no volverás a escuchar su voz impertinente detrás de la piedra.

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